End

End

sábado, 26 de diciembre de 2009

La Bestia errante

Anhelante sueño con una vida pasada. Recostado en mis recuerdos, tus ojos arrancan alaridos que desgarran mi garganta. Tu dulce rostro me provoca pavor. Estoy atrapado. Anclado entre esa risa y tus silencios. Revolotean macabros momentos por las paredes de esta habitación. Se me acaba el vodka y hay cosas que no puedo permitirme recordar.

Las paredes manchadas de sangre, tus víctimas irreconocibles desparramadas por el sueño, la ciudad dormía la noche gritaba tu nombre en voluntas de humo azul. Se me revolvió el estómago ante semejante derroche de vísceras y entrañas. Vomité en una esquina. Susurré tu nombre, grité maldita y todo quedó en silencio, en penunbra. La luna se coló por la ventana revelándote: acorralada en una esquina, sentada, con las manos y la boca bañadas de sangre, con el vestido teñido de culpa. Siniestra y delirante gemías. Atroces palabras se caían de tu boca. Avanzaste hacia mi, restregándote contra las paredes. Reías como una loca, terrorífica. No podía creer lo que estaba viendo, vacilé un istante, ¿cómo alguien tan indefensa podía convertirse en una bestia asesina?


La encontré en un selecto club al que solo se podía asistir siendo invitado por un miembro. Fue una especie de soborno por parte de un tipo con el que hacía negocios. Las bailarinas eran extravangantes ninfas sacadas de la selva, salvajes y exóticas, seducían a los hombres volviéndolos locos, quitándoles el alma y arrasando sus fortunas. Ella resplandecía sobre toda aquella lujuría. Muerte y seducción delicadamente fusionados en un altivo y soberbio cuerpo de mujer. Bajo el influjo de su estrechísima cintura me perdí en sus rasgados y fijos ojos verdes. No sé cuanto tiempo pasé delante de ella contemplándola bailar, despojándose de su sugerente vestido mostrando su fina lencería. La deseada, deseaba tocarla, deseaba besar cada rincón de su cuerpo, poseerla y no separarme jamás de su inocente rostro.
Había algo en ella que la hacía diferente a todas las demás, al principio no supe lo que era, su sensualidad quebradiza y salvaje me tenía completamente desquiciado. Entonces descubrí ese destello en tus ojos, era miedo, tristeza tal vez. Dulce y erótica criatura, ¿de qué huías?. Me viste entre decenas de miradas lascivas y dudaste, apenas durante un segundo inundaste la salda de candor, de ternura, pero se desvaneció tan rápido que quise gritar, me faltó valor y tragué las palabras. Me clavabas la mirada, como sino hubiera nadie más que nosotros, así descubrí que jamás podría dejarte marchar, que no tenía nada, que el mundo era un lugar demasiado cruel para aquellos que nos atrevemos a soñar y que tú eras mi garantía, mi certeza, un atisbo de verdad en un local donde todo desde el champán hasta las mujeres eran banales mentiras con las que pasar las noches y olvidar que estamos solos.
Mi mirada te perseguía indomable como un cazador, te esperé a la salida. La ciudad se cubrió de humo y el cielo se deshizo en lágrimas. Caminaste en silencio a mi lado, llegamos hasta tu casa. Te sentaste junto a la ventana y encendiste un cigarrillo, fumaste tranquila contemplando la lluvia golpeando el cristal. Giraste la cabeza y tu mirada inescrutable me atravesó, permanecimos inmóviles durante un solo instante o quizás fueran siglos. Te levantaste y anduviste hacia mi muy lentamente, refugiándote en las sombras. Deslizaste tu mano por mi pecho hasta mi cuello, bajaste la mirada y te besé. Supe que aquel beso me había sentenciado.

Ahora sé lo que eres y el mundo me ha tomado por loco, nadie cree mis advertencias. Aquel club no era más que un trampa, una ratonera donde acorralar hombres de los que vosotras bestias desalmadas os alimentaís. Aún me pregunto qué viste en mi o qué no viste, por qué me dejaste vivir. Me gusta pensar que yo fui una pizca de bondad, un ápice de amor o compasión pero ¿acaso pueden sentir algo así las bestias?


Jadeabas mientras te acercabas a mi, manchando la pared de sangre. Me quedé totalmente paralizado por el miedo o quizás solo fuera decepción, desengaño, quizás solo fuera la tristeza que me provocaba descubrir que una vez más me había enamorado de quien no debía. No recuerdo todos los pensamientos que en aquel momento abofetearon mi mente, solo sé que deseé con toda mi fuerza que aquello no fuera cierto. Me acariciaste la cara arañándome con tus largas uñas y susurrándome palabras que no entendía. Contemplé en tus ojos mi rostro desencajado por el horror y la angustia, entonces tu rostro se inundó de tristeza, tal vez lloraste, corriste hacia la ventana y te lanzaste desapareciendo para siempre.


Vesper

18 cumpleaños

Los momentos más felices de nuestra vida pasan volando, como una estela imposible de perseguir, destelleando en nuestra memoria sobre los días grises y monótonos que llenan los años.
Una sonrisa en el momento justo, un apretón en la mano, una mirada que creías imposible, una palabra que te roza el alma, una simple tarde bebiendo y comiendo rodeado de tu gente hablando de cosas banales, jugando a las palabras encadenadas o al teléfono "escacharrao". Carcajadas que retumban en un local, que se contagian, que nos poseen, que nos hacen olvidar los problemas, que nos devuelven al presente y nos hacen conscientes de lo que realmente importa: nuestra gente.

Feliz cumpleaños Rocío, un año más con los míos. Todo lo demás...sobra.